“El sufrimiento ayuda a ponerse en movimiento, la necesidad
es la motivación por excelencia. La comodidad, en cambio, puede ser un arma
peligrosa, de doble filo. El exceso de comodidad nos achancha, nos pone lentos
y perezosos.”
Manuel García Ferré.
A menudo oímos lo importante que es estar motivados para
lograr lo que uno se propone. En los tiempos que corren parece que hace falta
doble dosis de motivación para llegar al lugar tan preciado, como una meta, un
sueño.
Podríamos definirla como un estado interno que nos activa, y nos dirige
hacia un fin exacto, puede ser
ese impulso que nos mueve a
realizar determinadas acciones y persistir en ellas hasta su culminación. Es una energía , un rumbo que nos conduce hacia una conducta determinada que causa necesariamente, un comportamiento. Un proceso que pasaría por diferentes estapas, primero, como la antesala del sentimiento de que nos vamos a
sentir bien (o vamos a dejar de sentirnos mal) si alcanzamos nuestra meta. En segundo lugar, nos activamos, iniciamos una serie de acciones, bien sea buscar
las herramientas o los recursos para lograrlo, y por último vamos
caminando hacia ella, en una constante evaluación de si vamos o no, por buen camino, es decir, siempre existirá
un feed-back de nuestras acciones, para
finalmente disfrutar del resultado.
La motivación es dinámica, hay momentos de mucho crecimiento o de declive perpetuo, habrá días en que sentiremos mucha energía para luchar, y otros en los que nos costará levantarnos y ello dependerá, en gran medida, de las diferencias individuales. Cada uno de nosotros tiene una fuerza, un sentido de la persistencia y un motivo que determinará nuestras acciones.
Finalmente y quizás lo más valioso, es disfrutar de la ilusión , de la lucha y de ese camino a lo largo del cual nos proponemos alcanzar nuestras metas, probablemente ese es el verdadero objetivo ya que, una vez conquistado, nacerá, afortunadamente, la necesidad de una nueva ilusión y un nuevo sueño.
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